martes, 24 de julio de 2012

Enseñando Valores

Vivimos tiempos en los que se acentúa, cada vez más, el individualismo y donde la apariencia vale más que la realidad, lo transitorio más que lo permanente, la exterioridad más que la interioridad, y el tener y el saber más que el ser.








Instaurar en nuestra sociedad una pedagogía de los valores es educar al hombre para que se oriente por el valor real de las cosas, es una pedagogía de encuentro entre todos los que creen que la vida tiene un sentido, los que saben que existe un porque en lo extraño de todo, los que reconocen y respetan la dignidad de todos los seres.

A mi parecer hablar de valores humanos significa aceptar al hombre como el supremo valor entre las realidades humanas. Lo que en el fondo quiero decir que el hombre no debe supeditarse a ningún otro valor terreno, ni familia ni estado ni ideologías, ni instituciones.

Todos estos valores que configuran la dignidad del hombre, reconocidos por todos, dan apoyo y fundamento a un dialogo universal, a un entendimiento generalizado que harán posible la paz entre todos los pueblos.

Y si el mundo de los valores puede servir de guía a la humanidad en sus aspiraciones de paz y fraternidad, por la misma razón deben servir de guía al individuo en sus deseos de autorrealización y perfeccionamiento.

En este caso la acción educativa debe orientar sus objetivos en la ayuda al educando para que aprenda a guiarse libre y razonablemente por una escala de valores con la mediación de su conciencia como norma máxima del obrar.

Ello implica también ayudarle en la experiencia personal e intransferible de los valores, desarrollando esa libertad experiencial, para que sepa descubrir el aspecto de bien que acompaña a todos los sucesos o personas para que aprenda a valorar con todo, a conocer con la razón, querer con la voluntad e inclinarse con el afecto por todo aquello que sea bueno, noble, justo y valioso.

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